A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.

Bajo los auspicios de la Gran Logia de la Argentina
de Libres y Aceptados Masones

Pedro Palacios: Almafuerte

Pedro B. Palacios nació en San Justo el 13 de mayo de 1854. No consta en su partida de nacimiento un segundo nombre, menos aún el que trascendiera con el tiempo, Bonifacio.

Era hijo de Vicente Palacios y Jacinta Rodríguez, y debido a la temprana muerte de su madre, y ser abandonado por su padre, se radicó en Buenos Aires donde fue criado por una tía.

Su infancia estuvo marcada por carencias físicas y afectivas. Se dedicó desde los 16 años a la enseñanza, aún a pesar de no tener título habilitante, ejerció la docencia en el ámbito de Capital Federal en las escuelas de Balvanera y la Piedad.

Tiempo después hizo lo propio en las ciudades de Chacabuco; Trenque Lauquen; Mercedes; Salto y finalmente La Plata, donde se radicó.

Se desempeñó por un tiempo en la Cámara de Diputados de la Provincia y en la Dirección de Estadística como bibliotecario. Logró sobrellevar una difícil situación económica gracias a su trabajo como periodista en el semanario masónico La Verdad de la Plata, que fuera publicado por la logia La Plata Nº 80.

También colaboró publicando algunos artículos en el diario La Nación, donde polemizaba por el proyecto de la ley de divorcio. En nuestra ciudad, particularmente, entabló duros cruces con un defensor de dicha ley, que firmaba en las páginas del Diario El Día como el personaje de la ópera El Barbero de Sevilla, Almaviva. Quien utilizó ese seudónimo, fue un destacado masón y Director del diario, Carlos Olivera.

Desde entonces, Palacios escogió como su seudónimo, el de Almafuerte con el que firmaba dichos artículos.

No consta en registro alguno su pertenencia a la masonería, pero se vinculó estrechamente con notables masones de su tiempo, y como hemos repasado, trabajó en el semanario que publicaba la logia La Plata Nº 80, dirigida por su Venerable Maestro, Angel Ferrando.

Entre sus obras más destacadas, se encuentran:

“Lamentaciones” (1906); “Evangélicas” (1915); “Poesías” (1917); “Nuevas poesías” (1918); “Milongas clásicas”; “Sonetos medicinales” y “Discursos” (1919).

Entre sus trabajos más celebrados encontramos al poema “Piú Avanti”, incluido en “Los siete sonetos reparadores”, a su vez dentro del “Cantar de los cantares”. Son dignos de mención también “La inmortal”; “El misionero”; “Trémolo” y “La sombra de la patria”.

Como muestra de su personalidad y lo apasionado de su obra, nada mejor que este magnífico fragmento de ¡Piu Avanti!

“No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;

o como Lucifer, que nunca reza;

o como el robledal, cuya grandeza

necesita del agua y no la implora…

Que muerda y vocifere vengadora,

ya rodando en el polvo, tu cabeza! …”

Sus creaciones fueron la viva manifestación de su historia personal: el dolor ante el sufrimiento humano, las dudas y su prédica hacia un mundo luchador y justo, con una fuerte crítica social y política sobre todo al socialismo. Fue un polémico

periodista que se atrevió a enfrentar a los caudillos locales. Se dijo de Alamfuerte “…El magisterio que ejercía ante nosotros era moral, no literario… Más de una vez lo oí decir que él no era un literato sino un hombre, un hombre que gritaba la verdad a sus compatriotas”.

Nunca volvió a aceptar un cargo público. Se sintió orgulloso en su miseria, pues criticaba duramente a quienes vivían de los impuestos, lo que le valió ser separado varias veces de sus anteriores trabajos. Detalle no menor, puesto que la mayoría de los hombres que hemos destacado en este trabajo, lograron a través de la política, como herramienta, promocionar y fomentar las ideas que sirvieron como motor del progreso al desarrollo del país.

Su situación económica era lisa y llanamente paupérrima, sumido en la pobreza extrema y casi padeciendo hambre, habitó una casa en ruinas ubicada Tolosa.

Para poder paliar la situación, y obtener algún dinero accedió a leer en público sus obras y dar algunas conferencias en el Teatro Odeón de Buenos Aires, jornadas que tuvieron una gran convocatoria de público, sobre todo de jóvenes que lo llegaron a sentir como su “guía”.

Estos ingresos, más la ayuda recibida por parte de varios políticos de nuestra ciudad, le permitieron adquirir una nueva y sencilla vivienda en esta Capital provincial. Hombre de férreo temperamento, ante los favores recibidos por quienes lo apreciaron, declaró a sus allegados: “me han domesticado”.

Curiosamente se dice que en el documento de compra de esta casa firmó con el nombre de Pedro Benjamín Palacios, y no como se lo conoce aún, Pedro Bonifacio. Paradójicamente Almafuerte que se declaraba opositor a la asistencia estatal, recibió del Congreso de la Nación una pensión vitalicia que no llegó a cobrar nunca, debido que a los pocos días moriría en la ciudad de La Plata, el 28 de febrero de 1917.

Terminó sus días en la más extrema pobreza. La casa que habitó en esta ciudad, en la Avenida 66 Nº 530, entre 5 y 6, fue declarada Monumento Histórico Provincial en el año 1936 y Nacional en 1961. Allí vivió junto a los cinco hijos de su sobrina, Jacinta Suárez Palacios de Loustau. Después de su muerte , y como Almafuerte no pudo en vida cancelar la hipoteca de la casa, dicho inmueble se remató, siendo adquirido por la Municipalidad de La Plata.

En el año 1925 su sobrina fue desalojada y cedida la casa al Club Gutemberg. Finalmente, en 1945, gracias a una campaña encabezada por el diario El Argentino, el municipio platense se hizo cargo nuevamente de la casa y se instaló allí el actual Museo y Biblioteca Almafuerte. También decidió otorgarle el nombre del poeta a la calle 43, para lo que se colocó una placa en la intersección de las calles 1 y 43.